Viaje por Suiza, camino de Friburgo a Vevey: 23 al 25 de octubre de 1788

Francisco de Miranda narra el recorrido que hace con su criado sueco, Andrés Fröhberg, entre las poblaciones suizas de Friburgo y Vevey, y comenta las cosas notables que encuentra en su camino. Es un extracto de sólo tres días de narración de los cuatro años que viaja por casi toda Europa entre 1785 y 1789.

Transcripción extraída de Colombeia - Memoria del Mundo, Viajes, Tomo XVI pp. 15-19
Fotografías de Javier Arreaza Miranda

"23 de octubre

Partí a las siete — bonito casino de campo sobre la derecha al salir — y por un bien mal camino, país caprichudo y en que hace un año mataron a un paisano, y poco antes a un cura, para robarlos, llegamos a la pequeña ciudad de Morat, tres leguas [1 legua = 5,57 kilómetros] adelante, muy graciosamente situada sobre el borde del lago del propio nombre. Almorcé bien en la posada de "L'aigle noir" [El águila negra], y después fui a la casa de la ciudad en que sólo encontré algunas viejas armas y hermosas vistas sobre el lago, mas el retrato que se dice del duque de Borgoña, se lo han llevado a una casa de campo. La calle principal, con pórticos como en Berna, es lo único en que consiste esta ciudad.

Morat (Murten)

"La calle principal, con pórticos como en Berna, es lo único en que consiste esta ciudad." La Hauptgasse o calle principal de Murten (Morat, en francés) es aún el corazón de esta pequeña población de habla alemana del Cantón suizo de Friburgo y uno de los mejor preservados ejemplos de arquitectura bernesa existentes fuera de la capital helvética.

Partimos a las 11 a.m. y a media legua adelante, sobre los bordes del lago, está la capilla en que se conservan los huesos de los borgoñones que perecieron en la batalla que aquí dieron sobre las colinas de la izquierda los suizos. El Duque se pretende que atravesó por aquí el lago, que tendrá casi una legua, y que así escapó. Hay inscripciones alemanas y una latina, que por su sencillez copié:

D. O. M.
Caroli incliti et fortissimi Burgundiae Ducis
Exercitus muratum obsidens, ab Helvetiis
Caesus, hoc sui monumentum reliquit
anno MCCCCLXXVI

Luego, inmediato sobre la izquierda del camino, está la casa de campo del señor Garville, uno de los administradores generales de los Dominios del Rey de Francia. Me fui hacia allá, y un criado, con política, me la enseñó toda. Está muy bien dispuesta, y con gusto a la francesa, mas [ni] árboles ni bellezas naturales atrás. Seguimos con hermosísimo día a Avenches, a dos leguas de Morat. Antes de entrar, sobre la izquierda, se ven los muros arruinados de la antigua Aventicum, una torre casi entera y dos ídem arruinadas. Un poco más adelante, en un campo, una alta columna de mármol, bellísima manera, que parece parte de la portada de un magnífico edificio romano. ¡Qué grandor en este pequeño rasgo que con gusto estuve considerando! Después me fui con mi guía a ver un gran mosaico, que parece ser piso de una gran sala, en que seguramente había baños, pues los tubos de plomo para conducir el agua aún se ven allí, como asimismo un león y varios fragmentos de capiteles y columnas de mármol de la buena manera. Qué lástima que hayan destrozado estos bellos restos, y que los cuiden tan poco, pues este cuarto que cubre el mosaico sirve de granja para secar el tabaco del Bailío [magistrado que gobierna localmente en nombre de las autoridades de Berna] … ¡y luego hablan de los turcos! Sin embargo, aún pude descubrir algunos pedazos de figuras de animales en los restos. Los otros mosaicos descubiertos por allí, no pude verlos porque están ya recubiertos de tierra. En fin, enfadado de esto, me fui al Castillo del Bailío en cuyo patio vi un bello pedestal con inscripción romana encontrado allí mismo al hacer la caballeriza… y en un jardín que está contiguo, vi algunos restos de un magnífico edificio romano; mas que éste fuese un anfiteatro, como se asegura, no puedo yo decirlo. La criada del Bailío es el ente más zafio que he visto, y no podía quitarle de la cabeza que era por ver el jardín que había entrado allí.

Anfiteatro romano de Avenches

"Seguimos con hermosísimo día a Avenches, a dos leguas de Morat. Antes de entrar, sobre la izquierda, se ven los muros arruinados de la antigua Aventicum, una torre casi entera y dos ídem arruinadas." La torre, de orígen medieval, es sede del Museo Romano de Avenches, llamada Aventicum por los romanos, que la hicieron capital provincial de Helvecia. Está situada al extremo norte de la ruinas del anfiteatro, que para la época de la visita de Miranda en 1788 no habían sido aún excavadas y en las que en la actualidad se realizan conciertos y producciones de ópera. "En un jardín que está contiguo, vi algunos restos de un magnífico edificio romano; mas que éste fuese un anfiteatro, como se asegura, no puedo yo decirlo."

Seguí mi viaje por buen camino y país agradable hasta Payerne, dos y media leguas adelante, pequeña villa, que paseé y nada tiene de remarcable. Encontré buen alojamiento en la "Maison de Ville", posada, y me fui a la cama con un fuerte resfriado.


24 de octubre

Con tiempo cubierto y un poco frío, partimos a las seis de la mañana siguiendo por buen camino y hermoso país de arboledas. A las diez llegamos a Moudon , cuatro leguas adelante, pequeña ciudad, y encontré buena posada, el "Grand Cerf" [Ciervo Grande], donde almorcé y comí, pues me siento un poco malo. En la chimenea de mi cuarto observé varias ociosas inscripciones de insulsos viajeros, y uno que en inglés decía haber chapado en tal día la criada de la posada, a modo de una volante escaramuza, etc... ¡Y que salgan para esto de sus casas tales gentes! En fin, a la una p.m. seguí, y sobre la puerta de la Casa de la Ciudad vi el ara [altar] que el señor [arquitecto Erasmus] Ritter copia, bello rasgo, con una inscripción romana en que Quintus Aelius, sacerdote de Augusto, hace un don de 75.000 sestercios para fundar un gimnasio, con la cláusula de que si no lo emplean en esto, pase a la ciudad vecina de Aventicum; cosa curiosa. He sabido después que vive aquí el señor de Saugie, el que estaba en Kiev con Bezborodko [ministro ruso de Relaciones Exteriores], y que se ha retirado aquí con una pensión de mil rublos y su cruz de N… Seguimos el camino, dejando sobre la derecha el castillo Lucens en que reside el Bailío. Más adelante, sobre la izquierda, está el pequeñísimo lago de Bret, curioso por su tamaño, y por lo que abunda en pescado y buenos cangrejos. Más allá está el villaje de Chexbres, en una posición que comanda una extensa y hermosísima vista sobre el lago Lemán, montañas de Saboya, Suiza, etc., y yo no me detuve en casa de la Bailía señora May, como me lo propuso la señora de Charrière, porque ya era tarde y yo me siento enfermo. Toda la bajada hasta Vevey es deliciosa, por entre viñedos de una parte y otra, que se elevan en anfiteatro con sus terrazas, y cubren toda la montaña. Glérolles y Saint Saphorin están al pie. En fin pasamos el arroyo del Veveyse, sobre un puente de piedra, y entramos en Vevey, cinco leguas adelante, a las siete. Me alojé muy bien en las "Tres Coronas"; tomé té y con fuerte resfriado me fui a la cama.

Chexbres

"Más allá está el villaje de Chexbres, en una posición que comanda una extensa y hermosísima vista sobre el lago Lemán, montañas de Saboya, Suiza, etc." Vista otoñal desde Chexbres hacia Glérolles y el valle del Ródano. "Un extenso y bien graduado anfiteatro, cubierto de viñedos, frutales, arboledas y cómodas cabañas con varios villajes que se agrupan por aquí y por allí… al tope, prados y espesos bosques… ¡no puede imaginarse un cuadro más variado y hermoso!"



25 de octubre

La mañana en casa estudiando. Por la tarde a las dos, salí con un guía y fuimos al paseo "Derrière l'Aile" que llaman, a la orilla del lago, y con vistas y arboleda hermosa. Como el tiempo hacía claro quise atravesar a Meillerie, que está enfrente, mas el viento era contrario, y así lo dejé. Fui a casa del librero, que me vendió la Eloísa de Rousseau, para leer estas escenas y descripciones interesantes. En fin, por aprovechar el momento favorable, atravesamos la ciudad en que observé algunas graciosas fuentes, y la Casa de la Ciudad y la del Bailío, que son bastante buenas. Salí un poco por la puerta que va al próximo villaje de La Tour de Peilz, y luego me volví para subir a la terraza de la iglesia de San Martín que está por encima de la ciudad. ¡Válgame Dios, qué hermosísima vista! Subí aún a la torre de donde no solamente se ve el lago, rocas de Meillerie, montañas de Saboya, y al pie el Villaje de Saint Gingolph, más distante, la villa de Evian, etc.; más sobre la izquierda, la llanura de Aigle, embocadura del Ródano, Villeneuve, castillo de Chillon, como un islote en el lago, el de Châtelard, y la agradable villa de Clarens, con su ameno bosque que Rousseau ha inmortalizado; los Alpes de la Suiza, con sus nevados topes que se alzan por encima de todo el fondo; mas cuando uno vuelve la espalda hacia la montaña y ve un extenso y bien graduado anfiteatro, cubierto de viñedos, frutales, arboledas y cómodas cabañas con varios villajes que se agrupan por aquí y por allí… al tope, prados y espesos bosques… ¡no puede imaginarse un cuadro más variado y hermoso! Y así me estuve gozando de su vista hasta ponerse el sol, pues no me harto de verlo. Me fui después a casa del librero donde leí los varios pasajes de Rousseau que hablan de estos sitios deleitosos. Me llevó éste a la terraza de su casa que da sobre el lago; desde allí, clara y distintamente, me enseñó los parajes de la escena que trae Rousseau en la "Nouvelle Heloíse". Me retiré a casa luego, donde me entretuve el resto de la noche leyendo la bella y exacta descripción que de estos sitios hace este hábil y poético escritor. Ajusté mis dos caballos para ir mañana a Lausana, pagando por un día, esto es, dos escudos de Francia, que es aquí el precio ordinario."