Correspondencia con Madame de Staël (1795)

Grabado carátula panfleto de 1795

Anne Louise Germaine Necker a los 14 años, bosquejo en sanguina de Carmontel, 1780.

Ensayista, novelista y pensadora política francesa de origen suizo, se hizo célebre con el apellido que tomó por su matrimonio con el barón sueco Erik Magnus de Staël-Holstein.

Niña de inteligencia precoz, obtuvo de sus padres, Jacques Necker y Suzanne Curchod, pleno acceso a las tertulias entre los intelectuales de toda índole que frecuentaron su residencia parisina en las dos décadas previas a la revolución francesa. Por su casa pasaron los enciclopedistas Diderot, Marmontel y d’Alembert; el naturalista Buffon; el anticolonialista abate Raynal, que mucha influencia temprana ejercerá sobre Francisco de Miranda; el editor y crítico de arte Friedrich Melchior Grimm, traductor de Voltaire al alemán y anfitrión del pequeño Mozart en París; el conde Creutz, poeta y diplomático sueco; el historiador Edward Gibbon, autor de la Historia de la decadencia y caída del Imperio Romano; el príncipe Enrique de Prusia, hermano de Federico el Grande; el conde de Guibert, autor de un libro de táctica militar también muy leído por Miranda; el líder político británico Charles James Fox, y muchos otros que incluyeron también al norteamericano Benjamín Franklin.

De sensibilidad solo comparable a su superior intelecto, la joven Madame de Staël pronto manifestó un individualismo creativo y una necesidad de participación en el debate público en desfase con lo que su tiempo le asignaba como rol femenino. La mujer a la que todo parecía relegar a una función de anfitriona de salón conforme a su rango de esposa de embajador fue ante todo un ser independiente que navegó toda su vida entre unas necesidades ilimitadas de afecto, que su marido nunca estuvo en situación de satisfacer, y un interés analítico en los asuntos del mundo heredado de sus padres (su madre fundó el primer hospital moderno de Francia, que todavía existe y lleva su nombre; su padre abandonó una inmensamente lucrativa actividad de banquero para dedicarse a los asuntos del Estado) y de los filósofos de la Ilustración bajo cuyos preceptos fue criada. A los 18 años publicó de manera anónima su primer ensayo, dedicado a la obra filosófica de Jean-Jacques Rousseau; éste será seguido por una variedad de escritos y novelas cortas de las cuales una, Zulma (1794), está ambientada a orillas del río Orinoco. Su contribución principal a la literatura yace en dos novelas mucho más consecuentes, Delfina (1802) , y Corina, o Italia (1807) , que la harán internacionalmente célebre, pero sobre todo en el largo ensayo De Alemania (1813), defensa argumentada de la sensibilidad alemana con la cual introducirá la corriente del romanticismo dentro de la literatura francesa.

En lo político, su unión con el intelectual franco-suizo Benjamin Constant, con quien mantuvo una tormentosa relación sentimental, resultó particularmente prolífica. En ese año de 1795 en el que comparte socialmente con Miranda, Madame de Staël lleva a Constant consigo a París, donde éste desarrollará una continua defensa, con gran contribución inicial de ella, de los principios que sentarán las bases de la democracia liberal moderna, y ello a lo largo de una carrera con altibajos que durará tres décadas.

Escritores de genio ambos, por 15 años estuvieron al centro del llamado Grupo de Coppet, una constelación itinerante de intelectuales de renombre que vino a ser un baluarte del pensamiento libre frente al autoritarismo napoleónico, según llegó a admitirlo el propio emperador. Antes de su coronación, Madame de Staël ya había advertido acerca de las tendencias liberticidas de Bonaparte; él se lo hará pagar imponiéndole un exilio que durará 10 años, ello a pesar de las excelentes relaciones que ella siempre mantuvo con sus hermanos José y Lucien. Ella, no obstante, no tomará parte en ningún esquema para derrocarlo sino cuando será evidente que, con Napoleón en el trono, la paz en Europa nunca será posible.

Su oposición al Imperio le añadirá admiración a su celebridad, sin que por ello abandone nunca su lealtad a Francia ni la idea de regresar a París, con o sin emperador. Tuvo la dicha de poder hacerlo definitivamente tras el exilio de Bonaparte a Santa Helena; morirá de una hemorragia cerebral poco tiempo después, el 14 de julio de 1817, a un año exactamente de la muerte de Miranda por causas similares.

Foto del autor, Castillo de Coppet.

Si bien resulta bastante reducida, la correspondencia conocida entre Francisco de Miranda y Germaine de Staël es lo suficientemente explícita como para dar una idea de lo que fue su aparente comunidad de pareceres durante ese difícil año de 1795 en el que departieron socialmente en una París todavía sacudida por las recientes masacres del Terror revolucionario.

Reproducidos bajo estas líneas, estos breves intercambios apuntan a unas relaciones bastante cordiales entre Miranda y la baronesa, con quien el caraqueño quizás había tenido ya un primer contacto a su paso por París en 1789, cuando el padre de ella, el ginebrino Jacques Necker, era el ministro más en boga del reinado de Luis XVI y su madre mantenía uno de los salones de tertulia más brillantes de su tiempo.

Seis años y una revolución más tarde, Miranda, el general extranjero que todavía quiere ver en Francia la aurora de un mundo nuevo, y la baronesa de ideas liberales cuya influencia le valdrá luego todo el odio de Napoleón y diez años de exilio, tratan cada cual de participar en el debate generado alrededor del proyecto de constitución que discute la Convención Nacional para sentar las bases de un nuevo Estado francés. No es producto de la casualidad el que tomen la pluma en paralelo para dar a conocer sus respectivos puntos de vista sobre el rumbo que debe tomar la república; son muchos los que buscan influir en el debate en una atmósfera caldeada, inestable y peligrosa: al nerviosismo potenciado por el Terror y los diversos alzamientos antirrevolucionarios que se siguen produciendo, se suman también el hambre causada por las malas cosechas y la devastación económica engendrada por la guerra que Francia mantiene contra sus potencias vecinas.

Es así que ambos ofrecen, cada cual en su propio estilo, sus respectivas recetas para hacer frente a ese dificilísimo contexto: en su Opinión del general Miranda sobre la situación actual de Francia, Miranda pregona el retorno a la paz dentro de fronteras razonables y la construcción de un nuevo Estado, con un discurso analítico fundamentado en la separación de poderes de Montesquieu y su observación directa de los regímenes políticos más avanzados de su tiempo, Inglaterra y Estados Unidos. Por su parte, en sus Reflexiones sobre la paz interior, Madame de Staël hace un llamado centrista a los monárquicos constitucionales y a los republicanos moderados a unir fuerzas para preservar las libertades civiles y acabar con el extremismo, uniendo la precisión del filósofo político y observador lúcido que doblemente es a la elegancia en el lenguaje que en cosa de pocos años la hará famosa como la principal escritora de habla francesa de su tiempo.

Se puede perdonar al lector de nuestros días el sonreír ante la aparente ingenuidad de ambos. Por su condición femenina y por la trayectoria de su padre en el antiguo régimen, a Madame de Staël le está de facto vedado ejercer cualquier rol político; se la sospecha regularmente de conspirar a favor de la reacción monárquica y es por ello que finalmente se abstendrá de publicar sus Reflexiones, que sólo verán la luz de manera póstuma cuando su hijo Auguste haga publicar sus obras completas en 1820. En cuanto a Miranda, después de su actuación en las filas del ejército republicano entre 1792 y 1793, la Francia revolucionaria no lo tomará más en cuenta, si no es para acusarlo periódicamente de complotar en contra de la República, esto a pesar de que, en su escrito, él establece claramente su preferencia por el régimen republicano con un discurso ante todo pacifista.

Esas turbulentas circunstancias conllevarán a que Miranda no lea nunca las 78 páginas del texto de Madame de Staël; ella, no obstante, sí leerá las 23 páginas de Miranda. “Le agradezco al señor de Miranda el haber pensado en mí y el haberme enviado su Opinión. Me parece que todos los hombres honestos la suscribirían, pero que sólo uno podía escribirla”, le escribe. El lector hará bien en evitar ver en esa frase, con la que Madame de Staël expresa que lo dicho por Miranda está permeado de valor y sensatez, una influencia cualquiera del sudamericano en las ideas políticas de la baronesa, quien, en tanto que hija de la pareja Necker, se había iniciado a la reflexión política ya desde niña en el salón de su madre, donde pudo conversar de usted a usted, por no decir de tú a tú, con grandes pensadores de la Ilustración a los que Miranda generalmente sólo pudo leer (ver recuadro).

Lo que la frase sí implica, y no es algo de poca relevancia, es que esa intelectual de primer orden y apóstol del liberalismo que siempre fue Germaine de Staël, que nunca tuvo problemas para disentir de las opiniones de sus amigos y menos aún de las de sus enemigos, reconoce en Miranda a alguien de su misma fe, alguien con quien no tiene miedo de asociarse en un ambiente peligrosamente cargado de intrigas (ver abajo las informaciones contextuales intercaladas entre cada esquela), y alguien cuya compañía le aporta un goce personal que la hace prometerle su estima “de por vida.”

En ese sentido, Madame de Staël virtualmente confirma el estatus de Miranda, a quien algunos de sus contemporáneos y otros comentaristas han querido hacer ver como un simple aventurero romántico, de miembro a cabalidad de pensamiento y de hecho de la constelación política liberal de los siglos XVIII y XIX.

Traducción realizada por Javier Arreaza Miranda a partir de las transcripciones publicadas en el Archivo del General Miranda, Tomo XIII, pp. 238-239 y pp. 252-253, Revolución Francesa, Editorial Sur América, Caracas, 1932.

Dedicado con afecto y agradecimiento a María Isabel Figueroa; su luz es propia y brillará siempre.

"Hotel de Suecia, 18 Mesidor (5 de julio) (1795)

Le agradezco al señor de Miranda el haber pensado en mí y el haberme enviado su Opinión. Me parece que todos los hombres honestos la suscribirían, pero que sólo uno podía escribirla. Uno es verdaderamente fuerte cuando expresa el deseo de todos con medios que sólo le pertenecen a uno mismo. Yo también tengo un deseo, y es el de ver al general Miranda, y si él estuviera libre una tarde, el Sr. de Staël y yo estaríamos honrados de invitarle a cenar.

¿Se acuerda el señor de Miranda de haber conocido en Marsella al señor y la señora Favre? Ellos me han hablado frecuentemente de lo encantados que estuvieron de departir con el señor de Miranda.

(N. Baronesa Staël de Holstein)

Al general Miranda
Rue Florentin”

R.F.: T XVIII, f. 163



Entre esta invitación y la siguiente, la Convención Nacional adopta, el 14 de julio, La Marsellesa como canto patriótico oficial de Francia.

El 21 de julio se rinden las fuerzas monarquistas que habían intentado un desembarco con asistencia de la marina inglesa en Quiberon, Bretaña, en apoyo a la llamada guerra de los chuanes. Más de 700 combatientes rendidos serán fusilados.

El 22 de julio, se firma en Basilea el tratado por el que España cesa la guerra contra Francia. La guerra contra Inglaterra, Austria y Portugal prosigue.

“El Señor Embajador y la Señora Embajadora de Suecia ruegan al general Miranda que les haga el honor de venir a cenar en su casa el próximo día 3.

Este 20 Termidor.” (8 de agosto)

R.F.: T XVIII, f. 122

El 18 de agosto, diez días después de ser enviada la invitación sobre estas líneas, el diputado Louis Legendre, carnicero de oficio antiguamente proveedor del barón de Staël, acusa a Madame de Staël de ser la coordinadora del retorno a Francia de los nobles emigrados (léase monarquistas) enemigos de la revolución. Ella será públicamente defendida por sus allegados, que darán fe de su compromiso con el modelo republicano.

La Convención Nacional aprueba, el 22 de agosto, la nueva Constitución francesa (del Año III de la Revolución), que establece las bases legales para el régimen del Directorio. También acuerda el llamado Decreto de los Dos Tercios, que asegura la permanencia en el poder de buena parte de sus miembros, lo que causa un profundo malestar en quienes temen que su catastrófica gestión y los abusos cometidos perduren en el nuevo régimen, y da peso a los argumentos de quienes desean un retorno a la monarquía.

“El Señor Embajador y la Señora Embajadora de Suecia ruegan al general Miranda que les haga el honor de venir a cenar en su casa el próximo día 5.

Este 11 Fructidor.” (29 de agosto)

R.F.: T XVIII, f. 120


Es muy posible que la anterior invitación haya sido anulada, pues el 5 de septiembre Madame de Staël abandona París por consejo de su marido, quien teme que pueda ser atacada por extremistas monarquistas tras trascender que ella apoya, en un ejercicio de realismo político, el mencionado Decreto de los Dos Tercios. Estará fuera de la ciudad hasta inicios de diciembre.

El 5 de octubre tiene lugar en París el alzamiento monarquista del 13 Vendimiario que será repelido a cañonazos de metralla por el aún relativamente desconocido general Napoleón Bonaparte. Al día siguiente, la Gaceta Francesa escribe que Miranda estaba entre quienes asistieron a sofocar la rebelión, pero éste dirá después que no se hallaba en París para la fecha. Ninguna de las dos versiones evitará que se le acuse nuevamente de conspirar.

El 15 de octubre, Miranda y el barón de Staël son acusados ante la Convención por el diputado Legendre de ser agitadores de potencias extranjeras. El mismo día, el Comité de Salvación Pública ordena a Madame de Staël abandonar el territorio francés en un lapso de 10 días, tras ser acusada de apoyar la rebelión monarquista recién ocurrida. El barón, cuyo país es uno de las pocas naciones europeas que reconocen al gobierno revolucionario francés, obtiene la suspensión de la medida.

El 21 de octubre es leído ante la Convención un informe de los fuertes reveses sufridos por el ejército francés en Alemania y Bélgica, y Miranda es acusado junto al general Aubry y otros de complotar a favor de la llamada facción de los límites, que se opone a la anexión de los territorios conquistados en los tres años que dura ya la guerra. Cierto es que Miranda se opone a la anexión de territorios, pero no al extremo de conspirar para evitarla. Enterado de la existencia de una orden de expulsión en su contra, decide pasar a la clandestinidad.

El 26 de octubre se disuelve la Convención Nacional tras haber monopolizado el ejercicio del poder durante tres años; entra en vigencia el nuevo régimen constitucional con el Directorio como poder ejecutivo, y los consejos de los Quinientos y de los Ancianos como poder legislativo.

El 9 de noviembre, Miranda escribe al Consejo de los Quinientos (cámara baja del poder legislativo) haciendo una vehemente defensa de su persona y sus derechos. El cuerpo debate largamente el curso que debe dar a su misiva y decide dejar su suerte en manos del Directorio. Miranda es detenido el 27 de noviembre: el Directorio ordena su expulsión hacia la frontera suiza, pero la medida será suspendida y conmutada en una libertad vigilada por intercesión del senador Jean-Denis Lanjuinais, él mismo cercano a Madame de Staël.

Miranda está vigilado, pero libre, cuando recibe una nueva esquela de la baronesa, quien ha vuelto a París para entrevistarse con su amante de ese momento, el conde sueco Ribbing, entonces de paso, y preparar su regreso a Suiza, donde la aguardan su padre y sus hijos Auguste y Albert. No dejan de pesar amenazas sobre ella, pero ello no la inhibe de querer ver a Miranda:

“No sé dónde está el señor de Miranda, pero necesito que reciba un testimonio de la estima e interés que le he prometido de por vida. Me contentaría si de alguna manera pudiera verlo una vez antes de partir hacia Suiza.

N. Baronesa Staël de Holstein.

Este 11 Frimario. (2 de diciembre)

Para el Gral. Miranda.”

R. F.: T. XVIII, f. 119.


La fecha de la respuesta de Miranda no se conoce. Se sabe, sin embargo, que el 20 de diciembre Madame de Staël ya está en Besanzón, cerca de la frontera suiza, por lo que es poco probable que lo haya visto nuevamente teniendo en cuenta la lentitud de los desplazamientos por las carreteras de la época. Hubo, quizás, un lapso de una semana en el que pudieron verse en París, pero ello sólo en detrimento del tiempo que Madame de Staël pudo querer consagrarle tanto a su amante como a su esposo, así como a otras amistades y a los asuntos pendientes de su padre, como también a los asuntos referentes a la preparación de su viaje. La esquela de Miranda hace ver como improbable una visita, bien puede ser por problemas de calendario, o por la delicada situación por la que él atraviesa en ese momento:

“Agradezco sinceramente a Madame de Staël por el interés y la amistad que ella quiere mostrarme en su apreciable nota del día 11 del corriente. Puedo asegurarle que he estado en París por unos días en mi apartamento habitual en la rue Florentin, que estoy encantado de saber que ella está bien... y que si mis asuntos y algunos problemas del momento no me han permitido ir a hacerle la corte desde su regreso del campo, espero poder tener el placer de ir a verla antes de que se vaya a Suiza, donde, como en otras partes, le deseo felicidad, etc.”

(Francisco de Miranda).

R. F.: T. XVIII, f. 121.

Hasta donde le ha sido posible indagar al autor de esta página, no existe en los archivos publicados de Germaine de Staël y Francisco de Miranda ninguna otra correspondencia entre ambos aparte de la que aquí aparece.

Miranda siguió siendo objeto de sospechas y persecuciones legales a todo lo largo de 1796. En ese año prosigue su romance con una amiga común, la marquesa de Custine.

Llegada a Lausana el 30 de diciembre de 1795, Madame de Staël será objeto el 22 de abril siguiente de una orden de arresto y de continua vigilancia de parte del Directorio, por sospechas de colaboración con conspiradores monarquistas. Estará impedida de regresar a Francia hasta inicios de 1797 y en París sólo estará de vuelta en junio de ese año, donde el día 8 da a luz a su hija Albertine. Su presencia es apenas tolerada, y es objeto de acerbas críticas en la prensa, pero ello no le impide retomar una activísima agenda social y de tertulia política.

El 4 de septiembre de 1797 tiene lugar el golpe de estado del 18 Fructidor con el que el ejército y tres de los cinco directores expulsan del gobierno a las facciones monarquista y jacobina, a pesar de haber sido éstas elegidas por voluntad popular mediante el sistema censitario establecido por la constitución adoptada dos años antes. Miranda no tiene nada que ver con el asunto, pero dos días después su nombre aparece añadido a la lista de personas a ser deportadas por su supuesta participación en la abortada conspiración monarquista que sirve de excusa para la maniobra. Permanecerá escondido hasta inicios de 1798, cuando se evade hacia Inglaterra para consagrarse definitivamente a la idea de la independencia hispanoamericana.

La aprobación tácita de Madame de Staël al golpe anti-monarquista no evitará que se le continúe acusando de simpatías monárquicas por un tiempo. A pesar de esas sospechas, movilizará todos sus recursos para ayudar y proteger a numerosos conocidos monarquistas perseguidos o condenados al exilio. Es un aspecto fundamental de la personalidad de esa singular mujer: su capacidad de reflexión abstracta sobre los asuntos de Estado va acoplada a un fuerte sentido de humanidad y a la consciencia del sufrimiento que la crisis política genera en todos los sectores.

Es posible que Francisco de Miranda y Germaine de Staël se hayan vuelto a encontrar a inicios de 1801, cuando el sudamericano está en París ocupándose de asuntos personales, pero no le ha sido posible verificarlo al autor de esta página. Las vidas de estos dos hiperactivos personajes fueron lo suficientemente agitadas como para que fuese natural que se perdieran de vista. Dos personas allegadas a Madame de Staël, Delphine de Custine y el senador Lanjuinais, tuvieron tratos con Miranda en ese período; para entonces la baronesa trabajaba en la redacción de su extensa novela, Delfina. Ni ella ni Miranda parecen ocuparse en ese tiempo de la política francesa.

Queda, por último, un documento interesante fechado 15 años más tarde, el 6 de enero de 1816, cuando Miranda lleva dos años preso en el arsenal de La Carraca; se trata de una carta que Madame de Staël envía desde Pisa al ex-presidente estadounidense Thomas Jefferson. Le explica que se halla refugiada allí mientras dura la ocupación extranjera de Francia tras la segunda caída de Napoleón. Le habla de su impaciencia porque se restablezca en su país un gobierno auténticamente representativo. También pide a Jefferson que haga lo que esté a su alcance para que la esclavitud sea abolida en Estados Unidos, le da noticias de su familia y señala que su hijo Auguste tiene deseos de visitarlo.

Tras firmar la misiva, Madame de Staël añade una postdata que a Miranda le hubiera agradado: “Tenga la bondad de darme noticias de América del Sur. Deseo verdaderamente su independencia.”

¿Pensaría en él en ese momento?



Fuentes adicionales:


Bohórquez Morán, Carmen: Francisco de Miranda, Précurseur des indépendances de l’Amérique latine, Editions L’Harmattan, París, 1998

Diesbach, Ghislain de: Necker, ou la faillite de la vertu, Editions Perrin, Paris, 2004

National Archives - Founders Online: Madame de Staël-Holstein to Thomas Jefferson, 6 January 1816

Parra-Pérez, Caracciolo: Miranda y la Revolución Francesa, Ediciones Banco del Caribe, 1966

Reyes-Matheus, Xavier: Miranda, más liberal que libertador - El precursor de la Independencia venezolana en el nacimiento de la democracia moderna, Colección Huellas, Editorial CEC S.A., Caracas, 2014

Winock, Michel: Madame de Staël, Libraire Arthème Fayard, Paris, 2010