La Inquisición


La Inquisición tortura a un homosexual

La Inquisición preside sobre la tortura de un supuesto hereje, grabado, siglo XIX.
Imagen: Wikipedia

Después del asedio, Miranda pasa la mayor parte de los años que van de 1775 a 1780 en guarnición en Melilla, Málaga, Madrid y Cádiz, con una visita de 3 meses a Gibraltar en 1778, donde hace amistad con una persona que le prestará grandes servicios más tarde, el comerciante inglés John Turnbull.


Estos cinco años van a ser un período enriquecedor, paradójico y difícil. Por un lado, continúa trabajando en forma autodidacta en su formación intelectual mientras lleva la vida de oficial en el ejército de una gran potencia; por otro lado, comienza a hacerse de enemigos, a menudo sin quererlo, lo que le vale graves problemas.


Cabe resaltar que para esta época son muy raras las veces que escribe a su familia en Caracas, y que esa actitud afectivamente distante continuará a lo largo de su vida por motivos no conocidos [1]Grisanti, Angel:El Precursor Miranda y su Familia, Primera Biografía General de la Familia De Miranda, pp. 48, Biblioteca Venezolana de Cultura, Colección Andrés Bello, Caracas, 1948. Aún luego de la muerte de su madre hacia 1780, no aparece constancia en las fuentes utilizadas para este trabajo de alguna reacción o comunicación suya sobre asuntos propiamente familiares hacia su padre o sus hermanos.


Alexander O'Reilly

Alejandro O'Reilly

En el plano profesional, intenta aún obtener una promoción, siempre sin éxito y algunas veces sin tacto. Mientras todavía está en Melilla, se postula para participar en un ataque español contra el puerto de Argel, pero su unidad no es seleccionada para la acción. Llevado a cabo, el ataque culmina con una aplastante derrota para los españoles que Miranda tiene la mala idea de criticar ante el responsable directo, el inspector general Alejandro O'Reilly, quien no aprecia el gesto [2]Bohórquez Morán, Carmen: Francisco de Miranda, Précurseur des indépendances de l’Amérique latine, p. 47, Editions L’Harmattan, París, 1998. O'Reilly y su antiguo compañero Juan Roca, con quien se ha enemistado, le harán detener en varias ocasiones por motivos tales como el porte indebido del uniforme.


Es también en este período que Miranda comienza a ser seguido por la Inquisición, institución que en la España de estos fines del siglo XVIII tiene un rol de policía del pensamiento a nombre de la Iglesia y el Estado, y que goza de triste notoriedad debido a las atrocidades cometidas en su nombre a partir del siglo XV sobre un fondo de persecución religiosa en contra de judíos y musulmanes, y también en contra de herejes, adúlteros, hechiceros y homosexuales. Para esta época, la Inquisición no hace ya grandes autos de fe como aquéllos en los que, bajo amenaza de tortura o muerte, cientos de personas habían sido obligadas a renunciar a sus creencias o supuestas herejías, pero el Santo Oficio, como también se la conoce, sigue siendo un instrumento coercitivo temible; en 1781, en pleno auge de la Ilustración, ella hará ajusticiar en la hoguera a una mujer por brujería en Sevilla [30]Quintero, Inés: El hijo de la panadera, Francisco de Miranda, p. 30, Editorial Alfa, Caracas, 2014. Numerosas personas son vigiladas y encarceladas sobre la base de denuncias acerca de la posesión de libros prohibidos, particularmente aquéllos de pensadores franceses entonces en boga como Diderot, Voltaire y Rousseau.


Voltaire, Rousseau, Franklin

Cajetilla decorada con los retratos de Voltaire, Jean-Jacques Rousseau y Benjamín Franklin, hacia 1792, Museo Histórico de Lausana, Suiza.

El entusiasmo generado en las élites instruidas del siglo XVIII por el pensamiento de los filósofos de la Ilustración se traduce en un mercado para objetos decorativos ornados con la efigie de esos pensadores que incluye artículos tales como bustos, grabados, estampas, figuras de porcelana y aún objetos de uso personal como el mostrado.

Imagen: fotografía del autor.

Miranda siente afición por estos autores y muchos otros que están proscritos. En Melilla ha tenido la oportunidad de conversar sobre filosofía y las nuevas ideas con dos compañeros, uno de los cuales, el peruano Manuel Villalta, será investigado por la Inquisición a partir de 1776. Es con toda probabilidad a causa de su asociación con Villalta que dos años más tarde, el 11 de noviembre de 1778, el Tribunal Inquisitorial de Sevilla recibe un expediente de 155 páginas en el que se le acusa de haber tenido expresiones contrarias a las leyes de la Iglesia, de la posesión de libros prohibidos y también aquélla de pinturas obscenas. No se conoce gran cosa sobre los hechos reales detrás de la acusación, pero sí se sabe que a oídos del inspector O’Reilly llegan rumores sobre las lecturas de Miranda [3]Bohórquez Morán, Carmen: Francisco de Miranda, Précurseur des indépendances de l’Amérique latine, p. 55, Editions L’Harmattan, París, 1998.


De acuerdo con las prácticas usuales del Santo Oficio, el acusado no sabe que está siendo vigilado y, según todas las apariencias, no lo sabrá aún durante los próximos cuatro años [4]Bohórquez Morán, Carmen: Francisco de Miranda, Précurseur des indépendances de l’Amérique latine, p. 55, Editions L’Harmattan, París, 1998. Quizás sea este proceder el que le llevará a adoptar una actitud desdeñosa hacia la iglesia de Roma, a la que se referirá dentro de algunos años como la de “los papistas”. Por lo pronto, se sabe solamente inmerso en conflictos personales con su jerarquía, y tiene la buena fortuna de encontrar un apoyo en la persona de su antiguo superior, Juan Manuel de Cagigal, quien comanda en ese momento el Regimiento de Aragón.


Probablemente a petición de Miranda, Cagigal pide que sea transferido a Cádiz bajo su mando; es la primera gran prueba de amistad que Cagigal tiene para con él y no será la última.