El Caribe y la guerra en América del Norte


Tropas esapañolas atacan Pensacola

Pensacola, 10 de mayo de 1781: oficiales españoles del Regimiento de Louisiana y soldados de la Compañía de Morenos Libres de la Habana penetran el recinto del Fort George tras la explosión del depósito de municiones de los defensores británicos por un impacto de obús. La victoria hispana marca la expulsión final de Inglaterra de las costas norteamericanas del Golfo de México. Ilustración del historiador militar estadounidense H. Charles McBarron.

Imagen: US Army Center of Military History

A finales de marzo de 1780 el Regimiento de Aragón es movilizado a Cuba.


El desplazamiento se produce en un contexto muy particular en el Caribe, cuyas islas y archipiélagos cambian a menudo de manos entre ingleses, franceses, españoles y holandeses, por la fuerza o la negociación, según los avatares de sus rivalidades políticas y económicas tanto en Europa como en el resto del globo. El Mar de las Antillas es la vía de acceso a las colonias más prósperas de esas potencias, y por él transitan navíos que llevan a Europa materias primas que van desde el oro y la plata hasta el añil y la caña de azúcar. La competencia por su control recrudece cuando Estados Unidos se convierte en el primer territorio americano en declararse independiente de su metrópolis colonial, Inglaterra, el 4 de julio de 1776. La creación de la nueva república pondrá fin a 150 años de dominación británica y causará impacto en todo el continente americano, pues será la primera vez que una rebelión logrará alcanzar en América tal magnitud: la secesión norteamericana demostrará la viabilidad de la transformación en país independiente de un territorio hasta poco antes considerado como atado ineludiblemente a la nación que ha dado forma a su gobierno, su comercio, su cultura, y sus instituciones, y sentará así un precedente para los demás territorios de América.


No obstante, durante los primeros dos años que siguen a su declaración en 1776, la independencia estadounidense es un prospecto incierto: los rebeldes reunidos bajo el mando del general George Washington carecen de combatientes, armas y vituallas de toda índole. Compuesto de voluntarios y soldados pagados que a menudo no lo son, el ejército rebelde sufre numerosos fracasos ante formaciones británicas bien entrenadas que amenazan las provincias rebeldes desde Nueva York y el Canadá, así como por el mar.


A pesar de haber obtenido desde un primer momento el apoyo económico de Francia y España, los insurrectos tienen dificultades en persuadir a estas naciones a que envíen tropas. Es sólo después del triunfo americano en Saratoga en octubre de 1777 que Francia, vislumbrando que una victoria rebelde es posible después de todo, acepta enviar una flota naval al mando del almirante François de Grasse para sostener a los independentistas frente a la amenaza que representa la marina inglesa.


Bandera británica capturada en Pensacola

Capturada en la campaña que culminó con la caída de Pensacola el 10 de mayo de 1781, esta bandera británica fue colocada tras la muerte de Bernardo de Gálvez en 1786 en el panteón de su familia en Macharaviaya, cerca de Málaga. Actualmente se encuentra en el Museo del Ejército español, en Toledo.

Imagen: Primer Batallón Ligero de Voluntarios de Aragón

España, por su parte, teme las consecuencias que el ejemplo norteamericano pueda tener para sus propias colonias y se resiste a reconocer la independencia del nuevo país (coincidencia o no, el primer gobierno que reconoce la independencia de Estados Unidos, en 1777, es el de Mohamed III, el mismo Emperador de Marruecos contra quien Miranda había ayudado a defender Melilla, ver Al servicio del Rey). Cuando Madrid decide finalmente enviar a sus soldados en 1779, lo hace en función de recuperar territorios anteriormente perdidos a los británicos, en particular la Florida y Jamaica, y no por compartir visión política alguna con el proyecto estadounidense.


Es con ese objetivo de recuperar territorios que, entre septiembre de 1779 e inicios de 1781, tropas españolas comandadas por el gobernador español de la Louisiana, Bernardo de Gálvez, desalojan a los ingleses de los casi 300 kilómetros de costa que separan Nueva Orleáns de la ciudad portuaria de Pensacola, en la Florida occidental.


El 9 de abril de 1781, el Regimiento de Aragón zarpa desde La Habana con Cagigal al mando para sostener el asalto final a Pensacola, donde las fuerzas británicas resisten aún con el apoyo de mercenarios alemanes y de indígenas seminolas. Miranda viaja con Cagigal como su edecán y es en ese rol de apoyo a la conducción del Regimiento que participa en la batalla. Tal como lo ha hecho anteriormente en Melilla, lleva de nuevo un diario en el que narra las incidencias del asedio. En sus escritos exhibe aún los mismos prejuicios que padece la mayoría de sus contemporáneos criollos sobre los indígenas, a quienes se refiere sistemáticamente con el calificativo de "salvajes". [1]Miranda, Francisco de, Archivo del General Miranda, Tomo I, pp. 150-178, Editorial Sur-América, Caracas, 1929


Pensacola cae el 10 de mayo de 1781, luego de la destrucción del arsenal británico por un tiro de obús. Entre todos los bandos, el asalto produce 224 muertos y 257 heridos. La victoria permite a España recuperar la Florida, la cual controlará hasta 1819.


Su participación en el asedio le vale a Miranda la promoción tanto esperada al grado de teniente coronel. Aprovecha su estadía en Pensacola para comprar libros en inglés y cuatro esclavos que responden a los nombres de Bob, Perth, Joseph Kingston y Carl Thompson, que casi ciertamente vende al regresar a La Habana con un quinto esclavo llamado Brown, obsequio de un conocido. [2]Bohórquez Morán, Carmen: Francisco de Miranda, Précurseur des indépendances de l’Amérique latine, pp. 62-63, Editions L’Harmattan, París, 1998